Las ideas cambian
Cuando nos planeamos una idea en un determinado contexto, no podemos extrapolarla a otros contextos diferentes de la misma manera.
Si por ejemplo nos planteamos el abrir un restaurante en el año 2014, no podemos hacerlo de la misma manera que se planteaban abrir un restaurante en el año 1500, empezando porque el nombre no existiría de esa manera y serían llamados tabernas o de otra forma. No hablo únicamente de las tecnologías actuales con respecto a las de tiempos anteriores, sino el planteamiento mismo del negocio. El tiempo en el que vivimos nos define. En la actualidad aún hay algunos hoteles que no disponen de acceso a internet por wifi o que lo ofrecen a precios abusivos. En una ocasión me quisieron cobrar por un día de acceso a Internet en un hotel de cinco estrellas, 30€, y los tuve que pagar porque no había otra posibilidad. Estoy hablando de algo que me ocurrió hace unos cuantos años ya. En la actualidad, hay muchos más hoteles con acceso a internet a alta velocidad y poco a poco el mercado se encargará de ir terminando con los que no tienen acceso a internet. Es lo mismo que ocurría con el aire acondicionado: antiguamente casi ningún local tenía aire acondicionado. Se produjo entonces una migración de los clientes hacia locales más “frescos” y con menos calor, por lo que los locales que no se adaptaron a este servicio, necesario en algunos climas, se dieron cuenta de que o se adaptaban o tendrían que cerrar.
Las variables culturales pueden jugar muy en nuestra contra. Si utilizamos alimentos como el cerdo o el alcohol en nuestro restaurante y pretendemos abrir uno en Marruecos, por poner un ejemplo cercano, está claro que habremos de adaptar nuestros productos al mercado local, suprimiendo el cerdo y el alcohol, así como adaptando las carnes a los rituales de sacrificio Halal. No hay nada peor que ofender a alguien en sus creencias, más aún si se trata de creencias religiosas. Respeto ante todo. Si no respetamos, sencillamente estaremos dando cabezazos contra una pared y el mercado se encargará de hacernos morir porque los clientes no van a querer venir a nuestro local, y sin clientes no hay negocio. Intenta abrir un bar de deportes en España donde no se ponga nunca fútbol y sabrás de lo que estoy hablando.
Por lo tanto, es fundamental contar con un apoyo sobre el terreno, la cámara de comercio local de la zona donde nos vayamos a asentar puede ayudarnos a descubrir qué es lo que hay que adaptar de nuestro producto o servicio para “encajar” en nuestro lugar geográfico, cultural y temporal.
Existen contadas excepciones en las que esto no se ha producido y sin embargo el negocio ha resultado un éxito. Por ejemplo Henry Ford decía que si les hubiera preguntado a sus clientes qué es lo que querían de un medio de transporte, la mayoría habría dicho que querían caballos más rápidos. Otro caso a destacar es el de Steve Jobs y su primer iPhone… Literalmente eliminó un rasgo distintivo de los teléfonos móviles: los botones.
Hay que tener una posición muy afianzada en el mercado y estar muy seguro de lo que estamos haciendo para irrumpir con un producto nuevo, pero lo más importante es tener bien claro que no podemos influir en tres características que son el lugar físico, el tiempo en el que vivimos y el entorno cultural en el que nos movemos.
Las ideas cambian en el tiempo y el espacio, y si no cambian… desaparecen.
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